Escondida tras mi cámara, me quedé observando silenciosamente como uno a uno se iban posando dulcemente. Era una flor cualquiera que resplandecía por su intenso color amarillo en un prado repleto de hierbas y ramajes del , un obrador artesano, ecológico y familiar situado muy cerca de la Fageda d'en Jordà, un bosque impresionante de hayas que crece en los laterales de la colada de la lava del volcán Croscat. Forn de la Fogaina
Cada bichito compartía, sin mostrar ningún signo de inquietud, el insignificante pedacito que le correspondía absorbiendo apasionadamente su más preciado néctar. Estaban tan cómodas que no se dieron cuenta que a 1 metro sobre ellas me encontraba yo, loquita de amor por capturar aquel momento. Aturdida por un repentino sonido, me encontré presenciando una pugna por el amor más posesivo: un abejorro que rondaba sobre mi cabeza planeaba posarse sobre ella y no parecía importarle quién había llegado antes. Su cuerpo robusto y su ensordecedor zumbido fue suficiente para que los primeros amantes se alejasen sin mediar palabra. Resignadas, abandonaron su más valioso deseo quizás porque pensaron que juntas no superarían al poderoso abejorro o quizás porque ya habían abusado suficiente de la flor... En ese momento, me di cuenta que había llegado la primavera. Había llegado la estación que embellece a la flor más apagada; un clima que provoca la sonrisa más ingenua y la mirada más cautivadora; y una época en que la seducción florece en cualquier rincón, apoderándose de mil y un amantes.
La flor, con su aire de frescura que atrapa miradas y sensaciones, está preparada para vivir sus primeras locuras inesperadas.
Bienvenida, Primavera.
Cada bichito compartía, sin mostrar ningún signo de inquietud, el insignificante pedacito que le correspondía absorbiendo apasionadamente su más preciado néctar. Estaban tan cómodas que no se dieron cuenta que a 1 metro sobre ellas me encontraba yo, loquita de amor por capturar aquel momento. Aturdida por un repentino sonido, me encontré presenciando una pugna por el amor más posesivo: un abejorro que rondaba sobre mi cabeza planeaba posarse sobre ella y no parecía importarle quién había llegado antes. Su cuerpo robusto y su ensordecedor zumbido fue suficiente para que los primeros amantes se alejasen sin mediar palabra. Resignadas, abandonaron su más valioso deseo quizás porque pensaron que juntas no superarían al poderoso abejorro o quizás porque ya habían abusado suficiente de la flor... En ese momento, me di cuenta que había llegado la primavera. Había llegado la estación que embellece a la flor más apagada; un clima que provoca la sonrisa más ingenua y la mirada más cautivadora; y una época en que la seducción florece en cualquier rincón, apoderándose de mil y un amantes.
La flor, con su aire de frescura que atrapa miradas y sensaciones, está preparada para vivir sus primeras locuras inesperadas.
Bienvenida, Primavera.