Desde que llegamos a la casa nueva ha sido un no parar. La mudanza, las comidas, las miles de celebraciones de cumpleaños... y es que la vida sigue. Por suerte, encontramos tiempo para montar una cama nueva de Ikea (me estoy aficionando demasiado a Ikea!) a las 12 de la noche, colocar el sofa y la tele mientras vemos Juego de Tronos y montar la habitación de Amélie.
El cambio que ha dado Amélie ha sido exagerado. Si ya era una niña sonriente, alegre, viva y con mucha ilusión, vivir en una casa con jardín le ha hecho más feliz aún si cabe. Los primeros días de nuestra llegada, jugábamos al escondite y no había manera de encontrarnos. Le gusta tanto jugar al escondite que mientras esperamos en nuestro mini coche a que Luis haga algún recado, hacemos que jugamos al escondite sin jugar al escondite... porque no hay rincón para que me oculte sin que me vea, aunque escondo la cabeza como si fuera eso todo mi cuerpo. Yo hago que no la veo... pero ella no perdona ni una. "Quien no se ha escondido, tiempo ha tenido!" grita cuando acaba de contar. "Amélie, tiempo he tenido, pero sitio..?" pienso. Y en seguida me toca y dice: "Mamiiiií, te encontré". Con una ilusión! Y a mí si le hace ilusión ya me vale para seguir jugando de mentirijillas...
El cocholate es otra de sus perdiciones. A veces, después del colegio le entra un antojo tremendo por comer chocolate. Luis y yo decimos que parece que tenga el periodo y no es para nada exagerado, porque cuando le decimos "hoy no hay chocolate" los lagrimones que le caen desde sus grandes ojitos no son normales. Suerte que desde el añito le enseñamos a comer de todo, sano y casero y un poquito de chocolate no hace daño ;)
Se me cae la baba cuando me dice que le encantan mis dulces. De eso le doy todo lo que me pide, porque utilizo materia prima buena. La base de mis pasteles como los huevos, el azúcar y la mantequilla son ecológicos.
El cambio que ha dado Amélie ha sido exagerado. Si ya era una niña sonriente, alegre, viva y con mucha ilusión, vivir en una casa con jardín le ha hecho más feliz aún si cabe. Los primeros días de nuestra llegada, jugábamos al escondite y no había manera de encontrarnos. Le gusta tanto jugar al escondite que mientras esperamos en nuestro mini coche a que Luis haga algún recado, hacemos que jugamos al escondite sin jugar al escondite... porque no hay rincón para que me oculte sin que me vea, aunque escondo la cabeza como si fuera eso todo mi cuerpo. Yo hago que no la veo... pero ella no perdona ni una. "Quien no se ha escondido, tiempo ha tenido!" grita cuando acaba de contar. "Amélie, tiempo he tenido, pero sitio..?" pienso. Y en seguida me toca y dice: "Mamiiiií, te encontré". Con una ilusión! Y a mí si le hace ilusión ya me vale para seguir jugando de mentirijillas...
El cocholate es otra de sus perdiciones. A veces, después del colegio le entra un antojo tremendo por comer chocolate. Luis y yo decimos que parece que tenga el periodo y no es para nada exagerado, porque cuando le decimos "hoy no hay chocolate" los lagrimones que le caen desde sus grandes ojitos no son normales. Suerte que desde el añito le enseñamos a comer de todo, sano y casero y un poquito de chocolate no hace daño ;)
Se me cae la baba cuando me dice que le encantan mis dulces. De eso le doy todo lo que me pide, porque utilizo materia prima buena. La base de mis pasteles como los huevos, el azúcar y la mantequilla son ecológicos.
Hoy os presento esta tarta de chocolate, avellana molida y crema de whisky. Suave y de nevera, especial para los amantes del chocolate que no aguantan un verano sin él.
Menos laboriosa de lo que parece! Os lo prometo ;)
La receta es de sabores y momentos: http://saboresymomentos.es